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TRAUMATOLOGÍA POPULAR EXTREMEÑA.

DOMINGUEZ MORENO, José María

“La pierna en el lecho y el brazo al pecho”, sentencia el viejo refrán cuando el
lugareño es víctima de dislocaciones, contusiones o fracturas. Lógicamente el
cumplimiento de este consejo se acompaña de los oportunos procederes que eviten
los dolores y futuras complicaciones.

Una vez que se ha producido la lesión, también la medicina tradicional recurre
al diagnóstico que le va a marcar las pautas del tratamiento. Pero la
oscultación requiere de una cierta especialización, sobre todo cuando se trata
de un niño incapaz de expresarse convenientemente. En muchas de estas ocasiones
es obligatorio acudir al curandero de rigor. Vierte éste una yema en el cuenco
de la palma de la mano, pasándola seguidamente a lo largo del cuerpo del niño.
El lugar en el que la yema s’espiparra se considera el punto exacto de la
lesión. En la comarca de Las Hurdes se le estira el cuerpo al niño y se le
revienta un huevo sobre la piel. Donde se detiene la yema se ubica el dolor.

DE ESGUINCES, CONTUSIONES Y FRACTURAS

Cuando tales percances aparecen, la visita al entendío se hace inminente para
que éste, con las manos empapadas en aceite de oliva y a base de masajes procure
devolver el hueso, el tendón o el músculo a su posición. Siguen luego,
dependiendo de cada uno de los casos, las frotaciones, friegas, fomentos, baños,
emplastos o cataplasmas. Si esto sucediera por la zona de Mérida, como remedio
se aplican paños empapados en cocimiento de eucalipto. En Zalamea y Bienvenida
se sustituye el eucalipto por la orina caliente para solventar esguinces, que se
reducen igualmente a base de sobeteos con aceite de oliva, con aceite de
manzanilla, con una mezcla de aceite y vino (Talarrubias), con vino y romero
(Salvatierra de los Barros, Pedroso de Acím), con vinagre puro en salmuera
(Torre de Don Miguel, Santibáñez el Alto, Pozuelo de Zarzón, Acehuchal), con
alcohol de romero y con una pomada entre cuyos componentes se cuentan la
trementina, el romero y la verbena (Olivenza).

Los baños en agua caliente salada gozan de estima entre estos pacientes. Tras el
mojo se cubren la parte afectada con vendas, paños y fomentos para conservar el
calor. Al remitir la inflamación aparecen los emplastos o cataplasmas. En
Badajoz se echa mano del elaborado con ruda, nueces y miel. Tampoco faltan los
plastones de clara de huevo y retama machacada. La aplicación de estopas
empapadas con clara y dispuestas como vendas son de uso común en la Sierra de
Gata, mientras que por Las Tierras de Granadilla a la estopa le añaden pez y
huevo batido. No hay que olvidar aquí el emplasto regio, aunque más utilizado en
el campo de las fracturas, en el que no falta como ingrediente el ládano o grasa
de jara.

Cuando los remedios naturales fallan, el doliente busca soluciones mágicas y
religiosas. No en vano existen cristos, vírgenes y santos a los que acuden los
maltrechos devotos en demanda de favores y a cuyos pies dejan exvotos que
prueban la acción milagrosa. Recordemos, a modo de ejemplo, que por mediación de
la Cruz de Casar de Palomero a un infeliz se le encaja la mandíbula salida de
sus goznes. En el mismo orden de remediadores de males traumatológicos hemos de
incluir a las vírgenes de Argeme (Coria), de Altagracia (Garrovillas de
Alconétar), de Sopetrán (Almoharín, Jarandilla), de la Vega (Moraleja), de
Guadalupe, de Bótoa (Badajoz), del Fuego (Baterno), de la Consolación (Herrera
del Duque), de los Antolines (Guijo de Galisteo) y del Puerto (Plasencia); a los
cristos de los Remedios (Ahigal), de la Agonía (Calzadilla de Coria), de la
Salud (Pinofranqueado, Romangordo), del Consuelo (San Martín de Trevejo), de la
Paz (Santibáñez el Bajo) y de la Victoria (Serradilla); y a los santos Ubaldo
(Cadalso), Sebastián (Deleitosa) o Pedro Celestino (Villamiel).

Importante papel en la resolución de las luxaciones se atribuye a las mellizas o
las madres de mellizas, ya sea saltando o pisoteando el punto del dolor. Si esto
resulta sorprendente, no lo es menos el hecho de poner fin al malestar llevando
en el bolsillo una caña en cuyo interior se ha metido otra más pequeña. En el
mismo contexto mágico se incluye la costumbre de San Vicente de Alcántara de
simular el cosido, dando puntadas al aire para restañar la ruptura o desgarrón
muscular.

La magia mimética tiene también su importancia en relación con las fracturas
óseas. En Mirabel meten un huevo en un agujero por creer que la soldadura del
hueso va pareja a su desecación. Por las estribaciones de Sierra Morena y en la
comarca de Los Montes no se preocupan tanto de inmovilizar el hueso fracturado
como de vendar fuertemente el bastón o la pata de una silla o de una cama. En
Bodonal de la Sierra algún familiar del traumatizado va a casa del carpintero
para que “le encole los huesos”, hecho que consiste en pegar dos pequeños tacos
de madera que entrega al paciente para que éste los lleve siempre consigo. Más
curioso resulta el que los habitantes de La Codosera y Burguillos del Cerro
alcancen la curación mirando sencillamente cómo cualquiera de sus paisanos
realiza un injerto. Y, puesto que de injertos hablamos, recordar debemos que la
venda que cubrió alguno de éstos, si llega a manos del lesionado, es suficiente
para que la curación sea exitosa. Tal vez el dicho de “Por aquí pasó un
patachenga”, que generalmente se pone en boca del dueño de un frutal cuando un
injerto no prospera, halle aquí su explicación.

“A ca rotura, una componenda”, es latiguillo propio de los ribereños del Tajo. Y
la componenda es asunto que suele estar en manos de componedores o, mejor, de
componedoras, ya que los hombres se dedican especialmente a cuestiones
veterinarias. El primer paso del componedor es el encajar las partes separadas
por la rotura. Seguidamente asegurará la inmovilidad mediante bizmas, vendajes,
emplastos o entablillamientos. Un interesente emplasto se confecciona con yema
de huevo en la zona más occidental de la provincia de Cáceres y en la comarca de
Las Hurdes. Por el Valle del Jerte la birma se prepara con vinagre, migas de
pan, pez y manteca. En las bilmas de la Penillanura Cacereña entran como
ingredientes jabón, aguardiente y clara de huevo. Tal masa se vierte sobre una
estopa, un trozo de lana o una tela de lino y con ello se envuelve la parte
fracturada hasta consigur la total soldadura del hueso. Sólo entonces se corta
con unas tijeras y se procede a despegarla de la piel.

La pez en solitario tampoco tiene desperdicio en el “enyesamiento”. Vertida en
un paño blanco la emplean en Albalá y Montijo. En Hervás, Casas del Monte y
Segura de Toro la base del encolado la constituye una piel de vaca. Por Las
Villuercas y Los Montes el vendaje se impregna de huevo batido. La envoltura con
un machado de escoberas y el posterior entablillamiento es algo que se practica
en Badajoz. Por la Raya de Portugal el machacado vegetal se sustituye por la
gallinaza. Con excrementos de lobo, por las supuestas componendas de huesos que
contiene, se consiguen emplastos cuyos poderes participan de principios de magia
simpatética. Su utilización se extiende por amplias zonas de la Alta
Extremadura, concretamente por la Sierra de Gata, Las Hurdes, Las Tierras de
Granadilla y pueblos del Ambroz.

Dentro del recetario traumatológico, destaca de manera especial el emplasto
regio. Entre los simples que lo conforman encontramos trementina, cera amarilla,
pez negra y ládano. Se consigue el ládano cociendo trozos de jara y peinando a
las cabras que corretean por los jarales. En Alía y Castañar de Ibor al emplasto
regio le añaden sebo de carnero o de enjundia. Tres gotas de agua bendita le
agregan en Guijo de Santa Bárbara para fortalecerlo mediante un toque de
ritualización.

Por lo general las contusiones traen consigo inflamaciones acompañadas de
inoportunos dolores. Para la eliminación de tales andamios en Segura de León y
en la comarca de Los Montes optan por los frotamientos con infusión de árnica.
Las friegas, baños y masajes con romero presentan una mayor difusión, destacando
el uso del alcohol de romero, al que no le van a la zaga el linimento y la
infusión de su flor. Esta última se combina con la salvia, consiguiéndose el
romero bravo, muy estimado al sur del Guadiana. Aminoran las dolencias óseas y
musculares las cataplasmas de violeta, las bolas de esparraguera, la
sanguinaria, los sahumerios de flores de saúco o la aplicación de su cocimiento,
las compresas de manzanilla (Coria, Santa Cruz de la Sierra, Serradilla,
Valdelatorre), las cataplasmas de hojas frescas de tilo, las compresas de clara
de huevo y ortigas cocidas o empapadas en cocimiento de hojas de perejil con
vinagre (Arroyo de San Serván), la aplicación de hojas de perejil machacadas y
amasadas con aguardiente (Almendralejo), los lavados con savia de pino
ligeramente resinada (Guadalupe, Castañar de Ibor), las cataplasmas de harina de
linaza (Aceituna, Santibáñez el Bajo, Ahigal, Santa Cruz de Paniagua), los
emplastos de higos, los plastones de retama machacada y clara de huevo o de
retama con vinagre, los lavados de agua caliente con mostaza, los masajes con
aceite de oliva y la aplicación de una hoja de col calentada con una plancha y
emparedada entre dos paños, que en la provincia de Badajoz se usa sobre todo
para las dolencias intercostales. En Higuera la Real la curativa viene de la
mano de las rosas de San Juan, que, cogidas el día del Bautista, se untan en
aceite y se dejan reposar hasta que la situación lo requiere.

Las salmueras constituyen toda una panacea para los trastornijos mencionados. Su
aplicación viene dictada en forma de baños, lavados o compresas, sin que falten
los oportunos masajes. Aunque en la fabricación de la salmuera más tradicional
entran la sal y el agua caliente, no faltan poblaciones que añaden un chorro de
vinagre (Pozuelo de Zarzón, Portare) o alcohol de romero (Torrejoncillo), o
ambos elementos conjuntamente (Salvatierra de los Barros). Otras veces son
determinadas aguas las que sosiegan dolencias y alivian hinchazones y
contusiones. Citemos entre éstas la que los habitantes de Botija toman en forma
de baños en la fuente de la Huerta. En Santiago del Campo se ha aprovechado el
agua con componentes de hierro y azufre de la fuente Pedregosa. A los baños de
agua y lodo de la fuente ferruginosa de La Pisada del Caballo recurren los
vecinos de Cabeza de Vaca. Su analgésica virtud se le atribuye al hecho de que
el manantial surgió por una pisada del caballo del apóstol Santiago. Idénticos
efectos se consiguen introduciendo la parte afectada en el pilón de la llamada
Fuente Santa, de Carbajo.

Al mundo animal también se le achaca algún que otro poder curativo. Desaparecen
estas clases de dolores si se porta como amuleto un huesecillo de las patas
traseras de los carneros, conocido como “hueso de los dolores”. Gran efectividad
atribuyen en Serradilla y Malpartida de Plasencia en cuestiones de corvas y
rodillas a las compresas de cagalutas de cabra, solas o mezcladas con vino. En
Madroñera emplean parches calientes de tántarigas o cantáridas para aliviar el
dolor de espalda o de costado. Por la comarca de Las Hurdes se decantan por los
emplastos y fricciones con grasa de lobo, sin abandonar la práctica de darse
lustre con sebo de culebra frita. Para las cuerdas torcidas (esguinces,
distensiones o dolores musculares), así como para lo que José Nogales enuncia
como “Dolores de cuerda tirante, de nudo seco, de crasa volandera, deslome y
baldamiento” se utiliza la grasa de gato negro cocido en vino y los untos de
enjundia.

No faltan aquí las ventosas y otras aplicaciones calientes, como son los parches
de ceniza y aceite de candil (Madroñera, Acehuchal, Bienquerencia, Trujillo),
los pequeños saquitos de arena fina (Mérida, Montánchez, Montemolín,
Esparragalejo), el polvo de ladrillo (Zarza de Alange, Riolobos, Cordobilla de
Lácara), la teja o ladrillo envuelto en un paño y la botella de agua hirviendo.

Son pocos los que dudan que el pasar por la parte dolorida un instrumento de
hierro, preferiblemente un cuchillo, reduce o elimina el dolor, máxime si el
mismo es manejado por una melliza. Y es que mellizos y mellizas no dejan de
aprovecharse en este campo. La calma llega al cuerpo dolorido con sólo vestir
las ropas interiores y templadas de los primeros o soportando los sobones o
fricciones en forma de cruces con las uñas de las mellizas. Y lo dicho para
éstas, se hace factible el aplicarlo en Benquerencia para sus madres.

Aunque la mayor parte de la medicación traumatológica responde al uso tópico, en
ocasiones estas curativas se acompañan de ingestiones. Tales son los casos de la
infusión de lavanda y de zumo de limón con agua y azúcar, sobre todo cuando
existen problemas de índole podológica. Aunque para tales situaciones no suele
olvidarse el pediluvio con infusiones de flores de saúco o con una decocción de
manzanilla, hojas de romero y menta. Saben en Extremadura que una hoja de menta
colocada entre la piel y el calcetín vuelve ágiles a los más cansados pies e,
incluso, acalora las plantas si éstas estuvieran ateridas.

Supongamos que la cosa va de chichones. En tales casos basta con escupirse un
dedo y frotarse con él. Aunque más práctico parece el echar el salivazo sobre
una moneda y apretar la parte afectada. Mas si la víctima fuera un niño resulta
igualmente efectivo el acariciar la zona del golpe mientras se recita la popular
formulilla:

Sana, sana,
culito de rana,
si no sana hoy,
sanará mañana.

DE LUMBAGOS

Un esfuerzo exagerado o un movimiento brusco o violento son sus causas más
comunes. Sin embargo, no todos los dolores de espalda se consideran males
lumbálgicos, por lo que el tratamiento debe asegurar la certeza de la
enfermedad. En Villanueva de la Serena y Fuente de Cantos sientan al baldado en
el suelo y el entendido o curandero le manda subir las manos. Si las palmas no
coinciden a la misma altura, el lumbago es seguro. En estos casos los más
aconsejados remedios consisten en el pisoteo de los ya señalados mellizo o
melliza y los masajes, que en el Valle del Jerte deben ser ejecutados por una
joven embarazada y que en casi toda Extremadura se recomiendan los de una
reciente madre de gemelos. En los pueblos próximos al río Mantanchel (Maguilla,
Valencia de las Torres, Llera, Hornachos, Alange) sobra con que la multípara
pase por encima del afectado tendido en el suelo. En Fregenal de la Sierra para
eliminar los lomos torcidos el enfermo va a casa del curandero, quien lo tiende
desnudo y le encasqueta toda una sarta de masajes ascendentes y descendentes. Si
el efusivo ejercicio no surte el efecto deseado, cambia el procedimiento y “el
masaje consiste ahora en molerle las costillas con los pies”. Metidos en
suplicios no está demás el recordar que en Torremenga curan la lumbalgia
colgando al paciente por los pies de una higuera.

Un menor dramatismo encierran los masajes que se dan con las manos engrasadas
con aceite de laurel o con pimentón mezclado con agua templada, práctica
habitual en la casi totalidad de los pueblos de la Vera. Por el Valle del Ambroz
prefieren frotarse la zona dolorida con una rodaja de cebolla, mientras que por
la Sierra de Gata optan por azotarse con un manojillo de ortigas frescas,
remedio que también se aplica para la ciática, el reuma, la artritis o la
artrosis. Llegado el caso no faltan los que acuden a los baños de Alange, a los
farmacéuticos parches porosos y a las cataplasmas de harina de avena (Almaraz,
Navalmoral de la Mata) o cebada (Tierra de Barros). Ésta última se consigue por
cocimiento de harina y vinagre, mezcladas a partes iguales. Más fácil que todo
esto lo tienen en Zarza la Mayor, donde basta con pasar al dañado por el hueco
natural de un árbol, lo que marca unas pautas de ritualización de tipo mágico.
Igual de mágico es el evitar las recaídas ingiriendo carne de gato negro.

DE REUMAS

Meten los extremeños en el mismo saco los tratamientos tanto preventivos como
sanadores que se siguen en relación con la artrosis, la artritis reumatoide y la
gota, ya que todo ello se incluye bajo la amplia rotulación de riuma, rengaeru o
magullaúra. El ajo, la popular triaca del villano, destaca lo mismo por su poder
profiláctico que curativo de un mal que ya Madoz con buen tino, cuando se
refería a Helechosa de los Montes, encontraba sus causas en las humedades y en
las nieblas del Guadiana. A los hurdanos también las lluvias les regalan
excusados dolores del rengaeru y de la choca (rótula), a los que combate
llevando en el bolsillo el bulbo de la liliácea. A idénticos resultados se
llega, siempre que se obre de igual manera, en Baños de Montemayor y Segura de
Toro con una castaña de Indias y en Eljas con una patata que acabe de ser
recolectada. En Hervás no falta quien se incline por portar consigo de manera
permanente la susodicha castaña ya seca engarzada en plata.

No obstante, a pesar del uso talismánico, mayor consideración se le concede a la
ingestión del ajo crudo, preferiblemente en ayunas. Por la Sierra de Gata, Vegas
del Alagón y Tierras de Granadilla la medicación se extiende a lo largo de nueve
días, aumentando cada jornada la dosis en una unidad. Lógicamente se comienza
comiendo un ajo y se termina el tratamiento con los nueve de rigor. En la ribera
del Tiétar se recomienda que la cabeza de ajo se acompañe de un vaso de vinagre,
habiendo de estar el estómago vacío. Menos daño al paladar debe traer la
decocción de los dientes azucarados, a tenor de las varias tazas que la receta
ordena para cada uno de los días que dura el tratamiento. No olvidemos, por
último, la media docena de gotas que en cada comida se ha de tomar de la
maceración, mantenida durante tres semanas, de algunas cabezas en alcohol.

En cuanto al uso tópico del ajo, no debemos olvidar, al menos en la provincia de
Badajoz, las populares cataplasmas cubiertas con una gasa o paño. Éstas se
logran cociendo algunas cabezas y destripándolas seguidamente hasta convertirlas
en papilla, sin dejar de añadirle un chorrito de aceite. Es todo un guiso que
requiere mayor atención que el simple refregado con un ajo cortado por la mitad,
que en Fregenal de la Sierra, Fuente de Cantos y Segura de León cuenta con
buenos adeptos. No le van a la zaga las fricciones con otro condimento hortense,
la cebolla, que para el caso ha de usarse fresca, aunque son bastantes los que
declaran el favorecerse de su efecto si en vez de lustrarse la piel se lleva el
bulbo a la andorga. A propósito viene el refrán que se escucha por la zona más
meridional de Badajoz: “Con un ajo y una cebolla al día no se tiene reuma en la
vida”. Cuando la cebolla se adereza con otros comestibles, el potencial curativo
aumenta de forma considerable, al menos para los vecinos de Zarza de Granadilla,
que han creado un curioso recetario. Consiste en tomar tres veces durante tres
días una infusión elaborada con una cebolla, un apio, una patata sin pelar y un
manojo de hojas de ortigas, todo regado con un cascarón de aceite de oliva y un
chorro de limón. Por su parte, los naturales de Torremocha recomiendan como
antirreumáticos el consumo de ortigas cocidas o en ensaladas, mientras que en
Calamonte y Galisteo utilizan esa planta recién arrancada para restregarse con
ella la parte dolorida, y en Zalamea de la Serena se emplea como componenda para
emplastos.

Traemos a colación por su poder antiartrítico la ensalada y el cocimiento de la
ajera o hierba del ajo (Oliva de la Frontera, Montemolín), las infusiones de
espliego (Serradilla, Montehermoso, San Vicente de Alcántara), de hojas de olivo
(Mohedas, Gata, Eljas, Valverde del Fresno), de manzanilla (Salvatierra de los
Barros), de flor de naranjo o azahar cogida en primavera y desecada al sol (zona
de Fregenal de la Sierra), de raíces de achicoria (Ahigal, Olivenza), y de
romero, tomillo, salvia y menta a partes iguales (Aldeanueva del Camino), el
cocimiento de corteza de saúco (Hinojal, Hervás), el zumo de limón azucarado
(Cilleros), el caldo de cocer rizomas secos de grama tomado tres veces al día y
las ingestión de fresas (Segura de Toro, Casas del Monte), de hinojos
(Calzadilla, Riolobos), de espárragos trigueros y de berros (Aldeacentenera,
Zarzacapilla).

Tampoco son escasos en este apartado los recursos tópicos aplicados de diversos
modos. Ahí están los paños calientes mojados en agua de cocer hojas de
eucalipto; las cataplasma de infusión de presta o hierbabuena (Fregenal de la
Sierra, Segura de León); las friegas con infusión de manzanilla (Bienvenida) o
con su aceite (Torrecillas de la Tiesa, Hernán Pérez), con aceite de castañas de
Indias (Hervás, La Garganta), con aceite de ruda (Cerezo), con tisana de
espliego (Calamonte, Benquerencia de la Sierra), y con una papilla compuesta por
un vaso de aguarrás, otro de alcohol y un par de plátanos maduros (Carcaboso,
Herrera del Duque); las compresas de agua tibia con pimentón en sesiones de no
más de quince minutos; la pomada de mejorana y manteca de cerdo (Torrecilla de
los Ángeles, Piornal); y las aplicaciones de una hoja de chumbera abierta por la
mitad y calentada en el horno, o de un paño empapado en infusión de hierba mora,
o de una compresa de agua fría y vinagre previa a otra caliente de cocimiento de
malva.

Si todo lo anterior es saludable, no parece que tengan desperdicio las medicinas
de origen animal. Apuntemos entre ellas las friegas con manteca de cerdo, que ya
entrara en algunas componendas anteriores, o con tocino, de gran aceptación por
las comarcas de la Campiña Valenciana, Las Villuercas y Sierra de Gata. En Las
Hurdes y Tierras de Granadilla las mantecosas fricciones ceden su lugar a los
masajes y a los emplastos elaborados con grasa de lobo. Y es que al lobo, en
razón a su gran movilidad, se le atribuye la facultad de remediar tales
problemas traumatológicos. Por el Valle del Alagón desaparecen los reumas con el
simple hecho de encasquetarse el anillo fabricado con cualquiera de sus piezas
óseas. Con una aguja de hueso lupino enhebrada con un hilo de seda se cosen la
piel de la parte afectada los naturales de Salvatierra de los Barros, Zalamea de
la Serena y Lobón, con lo que desaparece el dolor y recupera la agilidad el
miembro entumecido. En Hervás, Casas del Monte, Segura de Toro y otras
localidades del Valle del Ambroz logran la total curación durmiendo sobre la
piel del cánido sin curtir.

Por su parte, las picaduras de abejas mantienen un más que sobrado prestigio
antirreumático. Amén del melífero insecto contamos con el unto de lombrices
cocidas (Salorino, Medellín, Cabezabellosa), con la ingestión de raspaduras de
uñas de liebre (Cedillo), con los fomentos de grasa de bastardo o de culebra
(Mohedas de Granadilla, La Pesga, Villanueva de la Sierra), con la aplicación
mediante un paño de la médula de una vaca (Plasencia, Montemolín) y con dormir
en compañía de un gato. También la farmacopea hurdana tiene aquí sus propias
particularidades. Pocas cosas son más estimadas en la lucha contra los reumas
que el sebo de carnero mezclado con cera, alcanfor y aguardiente. Para el
rengaeru y el dolor de la chola el salmantino Calama recogió por las alquerías
del río Malvellido una receta curanderil en la que entran como componentes los
despojos de lagarto y las raíces de torvisca:

“Fritas en aceiti con torbiscu, dos lagartus descamisáus y machacáus y con esi
ungüenti le das de juro en la jura”.

Los baños, lavados o enjuagues con determinados líquidos o aguates son tenidos
en consideración por los atosigados de tales achaques. Por la parte más
septentrional de la región tratan de mitigar los dolores recurriendo al
milagroso rocío de la mañana de San Juan, sobre el que es imprescindible
revolcarse antes de la salida del sol. Si no está por la labor de esperar a la
llegada del Bautista, puede intentar lavarse, como hacen en Garrovillas de
Alconétar, Arroyo de la Luz y Casar de Cáceres, con salmuera caliente a la que
añaden el correspondiente chorro de vinagre. Menos remilgos precisan los que
acuden a los romanos Baños de Alange, donde solucionan los problemas de la
artritis reumática, los reumatismos crónicos, los parálisis, la gota, la
ciática, el lumbago y el baile de San Vito. Por las mismas tierras pacenses
cumplen similares cometidos los baños de Valdefernando (Valdecaballeros) con sus
mojaduras impares, los de los Remedios (Hornachos), los de la fuente de las
Herrerías (Salvaleón) y los de El Raposo (Puebla de Sancho Pérez), así como las
aguas del río Mantanchel. Saltando de provincia nos encontramos con las
populares aguas termales de Baños de Montemayor y las de la fuente del Salugral
(Hervás). Los comarcanos de Alcántara lo tienen a tiro en los baños de San
Gregorio (Brozas). Sus aguas combaten especialmente los reumatismos crónicos y
las parálisis parciales de articulaciones. Por la Sierra de Gata son los Baños
de la Cochina (Villasbuenas) los que aligeran penas reumáticas. La fortuna de su
descubrimiento, hace ya dos siglos, se debió a que una tullida cerda de un tal
Jorge Ruano cayó en el fango de la charca y salió de ella con total agilidad. Y,
efectivamente, es el lodo el que mantiene sobre todo las virtudes curativas. Se
deja secar sobre la parte afectada, lavándose posteriormente con sus aguas
ferruginosas. He aquí la copla que pregona sus virtudes:

El que se quiera curar
sin gastos de medicina
que se vaya a revolcar
al Baño de la Cochina.

En orden a solucionar el problema de los tullidos buenas son las aguas de la sin
par Fuente Santa, a la que ya se refería Azedo de la Berrueza por el siglo XVII:

“En este mismo término, entre Garganta la Olla y el imperial convento de San
Jerónimo de Yuste, se halla otra maravillosa fuente que sale de entre unos
ásperos peñascos, que llaman la fuente santa, y milagrosamente no mana más de
dos meses al año, que son el de Mayo y Junio, cuando parece que por la mucha
sequía del tiempo la había de faltar el agua, como por entonces se ve faltar de
ordinario en otras muchas y caudalosas fuentes; y milagrosamente no mana esta
santa fuente más de cuatro horas cada día, dos por la mañana, al salir el sol
con sus primeros y dorados rayos, y otras dos horas por la tarde, al tiempo que
este luciente planeta se esconde y se despide del día. Y así como deja de manar,
que es en un improviso, queda con grande admiración de todos, la tierra y el
conducto por donde sale el agua tan enjuto y seco como si en la vida del mundo
se conociera haber salido por aquella parte jamás gota de agua, siendo así que
es mucho más de un brazo de agua su corriente.

Por este tiempo en que la fuente corre, son sin número las personas que de
diferentes partes acuden, con particular devoción, a ver este maravilloso
milagro, y llevan vasijas en que llevar á sus casas agua, que reservan todo el
año para todas enfermedades.

Sucedió en el año 1662, que estando un hombre llamado Pedro Gómez, por mal
nombre Chenela, natural de Aldeanueva, lugar circunvecino á la dicha fuente, que
había muchos años que estaba tullido de encogimiento de nervios, que ni aun con
muletas podía andar sino con mucha pena y trabajo, fue á esta fuente y esperó á
la hora acostumbrada en que suele manar, y se lavó todo el cuerpo con su agua, y
fue Dios servido de que de improviso quedó bueno y sano del todo, y volvió á su
casa á pié y sin muletas, con grande admiración de todo el pueblo, que lo tuvo á
milagro; y luego al otro día fue á trabajar al campo tan bueno y sano como si
jamás hubiera tenido mal ninguno. Y de estos maravillosos milagros que obra Dios
con el agua de esta fuente santa se ven cada día con los que devotamente usan de
esta maravillosa agua para sus necesidades”.

En ausencia de tan milagrosas fuentes queda el recurso de los vahos de
gordolobos, las “evacuaciones y fomentos resolutivos” que tienen en cuenta los
vecinos de Berzocana, el rumachu de los hurdanos, la pegotera de los jerteños y
las aplicaciones y fomentos calientes (una teja, una tapadera, un ladrillo o un
saquito con sal o arena), sin olvidar los caldeados baños en decocción de paja
de avena que tan óptima función cumplen por los pueblos de la Orden de
Alcántara.

Mas si lo anterior fallase aún queda una larga lista de procedimientos que toman
carta de naturaleza por los más dispares puntos de la geografía extremeña.
Apuntemos entre éstos el zajumerio de la flor de saúco por el que los afectados
del Valle del Ambroz pasan las manos y los pies con el fin de eliminar los
reumáticos dolores. Por Las Tierras de Granadilla optan por ahumar las prendas
que el aquejado ha de vestir inmediatamente. En Las Hurdes prefieren pasar a
través de un hueco de un árbol o de una horquilla practicada en una rama de
guindo, con lo que los problemas reumáticos desaparecen al igual que
desaparecieron las hernias de los niños que de tal modo procedieron en la mañana
de San Juan. No peores resultados obtienen por La Serena quienes se esparcen en
la zona dolorida polvos de azufre y sobre ellos trazan cruces a diestro y
siniestro. Ahora bien, si los arrechuchos se localizan en los hombros, en la
comarca de Los Montes los atenúan portando al cuello un amuleto en forma de
media luna de cobre rematada con una cruz latina. Más extendido está el uso de
la pulsera de cobre. Aunque claro que tampoco se abandonan las medidas
profilácticas, y así vemos cómo en Alburquerque y en su área de influencia se
guardan de dormir con la cara descubierta a la luz de la luna, ya que la raza
del astro trae los inevitables achaques de reumas.

TORTÍCOLIS

¿Qué hijo de vecino no se ha levantado alguna vez con la mano echada al cuello y
la vista garceando para mirar al través? Y todo ello porque la mala fortuna
nocturna deviniera en una tortícolis de tomo y lomo. Las cuestiones resolutivas
para tales menesteres vienen dictadas, especialmente, por las oportunas friegas.
De entre éstas destacan las que se dan mojando las masajísticas extremidades en
aceite de bayas de laurel o en pomada del mismo vegetal. No le atribuyen menor
mérito a los frotamientos con alcohol o con alcohol de romero, medicamentos por
los que se tiene cierta debilidad en los pueblos de Las Tierras del Marquesado y
de las Vegas del Alagón. También cumplen excelente función los grasientos
sobones de manteca de macho cabrío (Higuera la Real, Zorita) o de cerdo
(Garrovillas, Fuente de Cantos) y de aceite del candil o de la lamparilla de la
iglesia. A falta del oleaginoso elemento basta con dirigir a la mano del
masajista unos oportunos salivazos. Mucho menos lustroso, aunque sí más
aromático, resulta la práctica de Zarza la Mayor y Acehuche, que aconseja dormir
con una boñiga fresca de vaca pegada a la zona dolorida. Sirve para lo mismo
envolverse al pescuezo un calcetín o media recién sacado de unos pies sudorosos.
No obstante, en Cáceres se cura el mal si al acostarse se vuelve del revés la
media del pie izquierdo.

Los paños calientes secos (Cachorrilla, Bienvenida, Guijo de Coria), las
compresas de picaduras de orégano pasadas por el horno (Abadía, Santibáñez el
Alto, Salvatierra de los Barros, Ceclavín) y las cataplasmas de hojas de romero
cocidas en vino (Cañamero, Guadalupe, Puerto de Santa Cruz) se confirman como
excelentes resolutivos. Semejantes efectos, ahora por reacción al frío, logran
en Trujillo tocando las cuerdas del cuello con el extremo de la mano del
almirez. En Serradilla, Riolobos y Mirabel basta con que un niño mellizo le
cosquillee al afectado con el dedo gordo del pie. Tal gracia también alcanza a
la madre del gemelo, capaz de curar al torticuloso saltando por encima de éste.
También el propio paciente puede solucionar su mal si cuela la cabeza por la
horquilla practicada en cualquier arbusto al rajar una rama horizontalmente,
según opinión de los habitantes de Las Hurdes y Tierras de Granadilla. Por su
parte, en Ahigal hallaban remedio introduciendo la parte superior del cuerpo en
el hueco de un olmo que hasta hace poco existía en el Llano de la Iglesia. Pero
ciertamente ninguna de las precedentes actuaciones puede compararse con la
descrita por Quintero para atenuar los dolores de cuerdas torcidas, y que se
sigue en Fregenal de la Sierra. En la puesta a punto participa un familiar del
aquejado y la entendida o el entendido de turno:

“Éste toma nota en papel o mentalmente de su nombre y apellidos y se dispone al
momento, o después si no le es posible, a empezar la operación ritual (no es
precisa la presencia del cliente). Empieza por encender un anafe con carbón y
poner a la lumbre un puchero de barro con agua para que hierva. Durante este
tiempo se va proveyendo de los restantes adminículos: un plato no muy plano, una
peina, unas tijeras, una aguja enhebrada pero sin nudo al final del hilo. Tan
pronto empieza a hervir el agua, toma el puchero y lo vacía en el plato,
poniéndole sobre ella boca abajo. En la parte posterior o «culo» del puchero
sitúa la peina y sobre ella las tijeras abiertas en cruz. Hecho esto, se puede
observar que el agua ha ido introduciéndose en parte en el puchero, con el
característico ruido producido por el vapor. Seguidamente toma la aguja y un
trapo, si es hombre el que cura, o sus faldas, si es mujer, y empieza a coser, o
sea, entrar la aguja, sacarla con el hilo y vuelta a entrar tanto tiempo como
dura el decir para sí el nombre del paciente, rezar la oración que sólo ellos
saben y otras cosas, por tres veces consecutivas. Terminado esto, se repite dos
días más, que es el período de curación. Es muy raro que al terminar, no se
presente el familiar o el cliente a decirle que le había desaparecido la
anormalidad y hacerle entrega del presente que con arreglo a sus
disponibilidades se hizo merecedor, porque, oficialmente, no cobra nada”.

DE GOTAS Y CIÁTICAS

Como malura de ricos bautizan a la gota por tierras extremeñas. No en vano
sentencia el refranero: “La gota y la hidropesía son hijas de la glotonería”,
“Galicosos y gotosos siempre fueron golosos”, “La gota es el mal de ricos, y se
cura cerrando el pico”… Y por supuesto que los afectados combaten el mal
cerrando el pico a la comida de carne de cerdo y de caza y al morapio de
cosecha. A algo de esto alude la paremiología: “Al que gota tiene, beber no
conviene”, “Contra la gota, ni gota”, “Con vino de bota no cures la gota”… De
vez en cuando los consejos refraneriles se alargan en precisiones: “Cansa tus
pies, cierra tu boca, añuda la bragueta y curarás la gota”. Mas no siempre la
esperanza es tan somera, sobre todo cuando el extremeño que sufre tamaña
afección ha oído aquello de “Mal de gota y locura tarde tiene cura” o “Gota en
los pies, más mal es”. A pesar de que la ingestión del morapio fue desaconsejado
por favorecer tales entuertos, sí prima su uso para aliviar los dolores mediante
los correspondientes masajes con las manos empapadas en el curado zumo de uva,
que también suele mezclarse con hojas de beleño majadas antes de aplicarlas en
forma de emplasto.

Aparte de lo enunciado, la medicación de la gota pasa por la toma de infusión de
saúco y cebolla macerada en vino, del que en Miajadas exigen dos copas diarias a
lo largo de media semana. En Puebla de Sancho Pérez buscan la solución a tan
dolorosos problemas en el lodo del balneario de El Raposo, mientras que en Casas
de Millán prefieren la planta de la carquesa.

Si pasamos a los problemas inherentes a la ciática, se nos dirá en Zahino y
Alconchel que los solucionan con untos de sebu de lumbrí, un mondongo conseguido
de destripar anélidos y mezclarlos con aceite. En Almendralejo confían los
resultados a los emplastos de bardana o sanalotodo.

El mantener la templanza se considera primordial para desterrar los dolores del
nervio ciático, lo que se logra por medio de la aplicación de hojas de col
recién planchadas, intercalando un paño para evitar las inoportunas quemaduras.
Aunque esto sea tónica general, pueblos hay que recurren a otras fuentes
caloríferas. En Benquerencia, Arroyomolinos de la Vera, Serradilla, Casas del
Monte, Gargantilla, Barrado y Santa Cruz de Paniagua se aplican una cataplasma
de salvado, a la que en Torre de Don Miguel, Santibáñez el Alto y Casillas de
Coria le añaden una ambuerza de sal. En otras localidades prefieren colocar por
corto espacio sobre la parte afectada una pastosa papilla de harina de semilla
de rábano silvestre con agua caliente.

Por un procedimiento mecánico o fisiomecánico se inclinan los ciaticosos de
Guareña y de las localidades vecinas. Toman una teja, la meten en el horno y,
cuando alcanza los grados que apenas resisten las papilas de los dedos, la
mueven pausadamente a lo largo de la pierna. En las Vegas del Guadiana colocan
sobre la extremidad una morrala llena de arena caliente. Claro que existen más
elementos que sin mantener los centígrados al alza se emplean para procurarse la
calorífera sanación. He ahí el alcohol de romero, cuyas oportunas friegas obran
más que milagros. El agua de romero es lo apetecido para estos menesteres en las
Tierras de la Orden de Alcántara, mientras que en Cañamero, Descargamaría,
Torrecilla de los Ángeles, Ahigal, Santibáñez el Bajo y Madrigalejo prefieren
los recios sobetones con las manos mojadas con aguardiente. En Montánchez y en
las poblaciones de Los Ibores y Las Villuercas son más aficionados a las friegas
con aguarrás. Sin embargo, dicen por los aledaños del Alagón que nada supera en
efectividad a la que se logra a base de restregarse con un puñado de ortigas
verdes recién arrancadas. Mayor extensión geográfica que lo citado, puesto que
se constata por toda Extremadura, tiene el uso de cataplasmas de flores de
margarita maceradas en aceite de oliva.

Lejos de los usos tópicos bien está el fijarnos en la medicaciones que metidas
por el papo nos llevan a buenos resultados anticiáticos. Pregunten por Las
Tierras de Granadilla, Valle del Ambroz, Sierra de Gata y Las Hurdes y les dirán
que la ciática nada tiene que hacer ante los atracones de ajos machacados con
unas gotas de limón. La dosificación comienza con un diente, aumentando la toma
en una unidad diaria hasta alcanzar el novenario. Otra exquisitez lo constituye
un singular fármaco de Los Santos de Maimona, consistente en una cucharada de
uñas pulverizadas de liebre. En Berlanga sustituyen la extremidad de los ágiles
herbívoros por una garra, igualmente desmenuzada, de un milano macho y en
Calzadilla de Coria lamen el vivaracho rabo que acaba de ser cortado a una
lagartija. Es lo que se llama estar al día en cuanto a mecanismos mágicos.

LA PARÁLISIS

Si usted pasea por la orilla de una corriente de agua y recibe un susto de
espanto lo más probable es que se convierta en víctima de una parálisis, lo que
en Extremadura se traduce en paralís. Tampoco se libra de tamaña afección aquél
que fue despertado súbitamente cuando soñaba con agua ni el que tuvo la desdicha
de sufrir el aire de rigor, aunque este último sólo pueda trocarse en
anquilosamiento facial.

La solución de este mal goza de su propio recetario. Por el sur de la provincia
de Badajoz recuperan la movilidad a base de cataplasmas de harina de cebada
ligeramente templadas. Más caliente debe estar el emplasto que por Las Tierras
del Marquesado, Las Tierras de Granadilla y La Penillanura Cacereña elaboran con
excrementos de gallina triturados y colados después de cocerse. Indican las
normas al uso que la postura en el caso de los niños no sobrepase las
veinticuatro horas y siempre que la parálisis afecte a las extremidades
inferiores. Para otros supuestos el gallináceo medicamento está completamente
vedado. En Herreruela la curación viene impuesta por los insustituibles baños en
la fuente Gegosa.

Cuando los recursos naturales no satisfacen ni sirven para conseguir los logros
apetecidos, se buscan en demasía los llamados sobrenaturales, sobre todo los que
ponen por fiadoras a las propias deidades vinculadas a la tierra. Tales son los
casos, por citar a vuelapluma, de Santa Marina (Ahigal), de la Virgen de
Finibusterrae (Almendral), del Cristo del Humilladero (Azuaga), de la Virgen del
Soterraño (Barcarrota), de la Virgen de Piedra Escrita (Campanario), de la
Virgen de Argeme (Coria), de la Virgen de los Remedios (Fregenal de la Sierra),
de la Virgen de Guadalupe, de la Virgen de la Consolación (Herrera del Duque),
del Cristo de la Victoria (Serradilla) y de la Virgen de Fuente Santa (Zorita).
Y no olvidamos a la eficiente Virgen de Carrión (Alburquerque), de cuyo buen
hacer en caso de problemas locomotrices queda patente en alguna de las estrofas
de sus populares Gozos:

El cojo, el tullido, el ciego,
consiguen la sanidad,
y llanto y adversidad
por vos finalizan luego.

Como en curaciones de origen divino andamos, no está bien que echemos en saco
roto las que en asuntos de perlesía se le achaca a la intervención de la Virgen
de Altagracia (Garrovillas de Alconétar), a San Pedro Apóstol (Torrejoncillo), a
San Sebastián (Portezuelo) y a la Cruz Bendita (Casar de Palomero). De esta
última se dice que devolvió a su normal estado a un sufrido devoto que mantenía
la lengua pegada al cielo de la boca.

En Santiago del Campo, donde no tienen advocación especializada a la que
implorar auxilios antiperlésicos, no queda otro remedio que echar mano de la
medicina natural que reaparece en forma de purgas, sangrías y cocimientos o
jarabes de peonía. Buenos resolutivos son igualmente los baños tomados en
Valdefernando (Valdecaballeros), siempre que se tomen en número impar, y los que
se llevan a cabo en las termas de Baños de Montemayor, que gozan de la propiedad
de eliminar la perlesía complicada con humor gálico.

TRASTORNIJOS

El aparato locomotor en ocasiones se ve afectado no por problemas traumáticos,
sino por otra serie de trastornijos que dificultan la movilidad y aumentan el
cansancio y la desgana de estirar el esqueleto. Estos síntomas de debilidad se
combaten especialmente con una manducatoria reconstituyente que no es ajena a
los que adolecen de la anemia más galopante. Viene a colación el conocido
refrán: “Buenas medicinas son las gárgaras de buen vino y las píldoras de
jamón”. Y es que el vino con romero cocido, o con romero y salvia, o con una
yema batida, puede resucitar a un muerto. Lo mismo cabe apuntar de los caldos de
pita negra, y de mochuelo, de la infusión o ensalada de hojas frescas de berro,
del jarabe de hojas de menta (Torrecilla de los Ángeles, Robledillo de Trujillo,
Aldeacentenera), de la papilla de harina de cebada, del agua de anís (Las
Tierras de Granadilla, Valle del Ambroz, Valle del Jerte), de la miel sola o con
li— 118 — món, del limón edulcorado, del aceite, de la leche de vaca recién
ordeñada y de la leche aliñada con huevo y miel. Mas si el apetito es el que
falla o las cuerdas del gargüero impiden el paso de alimentos, la solución se
halla en aplicarse a la boca del estómago una pringá empapada de vino y cubierta
con un trapo blanco y en espiparrar un caracol y ponérselo sobre el abdomen.

Por los aledaños de Mérida y Llerena las conchas del caracol se pulverizan y se
ingieren mezcladas con leche para contrarrestar la falta de calcio en los
huesos. Cuando el paciente es remilgado y hace ascos a este medicamento que
Castillo de Lucas descubriera en otros puntos de la Península, puede optar, como
obran en Almoharín, Trujillanos, Aldea de Trujillo y La Cumbre, por hacer lo
propio con un cascarón de huevo de gallina, por tomar agua herrada (Campanario,
Alía, Valdeobispo), por engullir la nata de la leche de oveja (Mirabel,
Riolobos), por llevar al estómago una cucharada de agua de cal con aceite de
oliva, remedio del que bien saben los vecinos de Alburquerque.

Dicen que los huesos no se estiran y, en consecuencia, los niños no medran ni
crecen si alguien tuvo el mal acuerdo de, aún siendo lactantes, saltar sobre
ellos con las piernas abiertas. Así lo creen en Cabeza de Vaca y Montijo. Más
común es la opinión de que el esmirriamiento provine de que el pequeño nunca fue
cogido por su padrino. No obstante, la solución a tal anomalía conlleva variados
comportamientos, de entre los que destaca como singular el que descubrimos por
tierras pacenses y que consiste en pasar al niño a través de una mimbre rajada
verticalmente y abierta en horquilla, práctica común en el tratamiento de otras
enfermedades. En Ahigal y Santa Cruz de Paniagua lo cruzan por una fogata de
tomillo y laurel. Por Las Tierras del Marquesado para prevenir o curar el
raquitismo sientan a los pequeños junto a los altares callejeros del Corpus
Christi para recibir la bendición del Santísimo. En Valdestillas los llevan al
menos una vez al año hasta la ermita del Cristo para que, por su mediación,
crezcan sanos y robustos.

Los vecinos de Alburquerque luchan contra el raquitismo alimentando al pequeño
encanijado con brebaje de cría de perro o, lo que es igual, con carne de
cachorros cocidos. Y puesto que con canes danzamos, quede constancia del buen
papel que para estos casos hace la leche de perra, por lo menos en el área más
al norte del Tajo. No obstante, en el extremo meridional de Badajoz se inclinan
por la grasa del cerdo cocida en vino. Los buenos resultados tampoco se hacen
esperar con las aguas de Baños de Montemayor o metiendo para el estómago, como
ha sido costumbre en Navalmoral de la Mata y Almaraz, un guisado de ojos de
sapo.

Compañero inseparable del cretinismo suele ser el bocio. El gentilicio de
paporro con el que se moteja a los vecinos de distintas localidades (Casas del
Castañar, La Garganta…) dan una idea de la concentración de afectados por el
papo en zonas muy determinadas. Las Hurdes es un claro ejemplo de una comarca
que ha soportado y luchado contra este mal endémico. En el Valle del Jerte
buscan las causas de la enfermedad en el hecho de beber el agua filtrada entre
las raíces de los castaños. Por la Sierra de Gata se le achaca a la ingestión de
las aguas empobrecidas a su paso por las nogaleras, mientras que en Las Hurdes
el papo lo estimula la pureza de las suyas. Pero como no hay mal al que no se le
aplique remedio, en esta última comarca, en la de Las Villuercas, en la de Los
Ibores y en la de la Sierra de Jerez hallan la solución al problema tragando el
líquido elemento recogido de nueve fuentes distintas durante la noche de San
Juan. En Fregenal de la Sierra en cada uno de los vasos se disuelve una pizca de
sal. El sahumerio de saúco recogido en la misma noche solsticial logra idénticos
beneficios en las localidades del Valle del Ambroz, mientras que el de tomillo y
romero hace lo propio por los aledaños del río Alagón.

Al uso tópico de la tintura de yodo no hay bocio que se resista por la
Penillanura Cacereña, aunque en esta misma comarca no faltan poblaciones, como
son los casos de Sierra de Fuentes, Alcollarín y La Cumbre, que prefieren que el
colorante vaya en forma de gotas a la taza de agua que durante un par de días al
mes ha de tomarse en ayunas. En Guadalupe se decantan por las infusiones de
flores de margarita. Pero son los vecinos de Azuaga los que más claro lo tienen,
ya que, al decir, de López de Vargas, sólo han de recurrir a las aguas de la
fuente de la Piñuela para “desacer los borcios (bocios) o las jorjas (gorjas) de
las mujeres”.




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One fine body…

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