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PAREJAS DE BAILE EN LAS 'TELECOS' ESPAÑOLAS

15/02/2022 | 21:30

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Que en el sector español de las telecos la temperatura se ha disparado en los
últimos meses al calor de las declaraciones de todos los responsables de las
telecos -alentando a las fusiones entre empresas y a la consolidación del
mercado-, es algo que ya nadie puede negar a estas alturas. Las grandes
operadoras de telecomunicaciones se encuentran en una situación tan complicada
financieramente -Movistar, Orange y Vodafone han cerrado ERE este año para
reducir sus plantillas y se han deshecho de unos 3.125 trabajadores entre las
tres, de los que 2.316 son de Telefónica, 400 de Orange y 409 de Vodafone-, que
la integración entre ellas para reducir el nivel de competencia se ha convertido
en algo urgente. 

Los llamamientos de Nick Read (CEO mundial de Vodafone), Colman Deegan (CEO de
Vodafone en España), Jean François Fallacher (CEO de Orange en España) o José
María Álvarez-Pallete y Ángel Vilá (presidente ejecutivo y consejero delegado,
respectivamente, de Telefónica) a la necesidad de unir empresas -tanto para
alcanzar mayor escala y poder invertir más, como para reducir la fricción
competitiva y provocar un cambio en la tendencia a la caída de precios- han sido
constantes en los últimos meses. Ahora falta sólo que se pase de las palabras a
los hechos y que se empiecen a juntar algunas parejas de baile para saber a qué
atenernos.  

Y es importante explicar que, aunque, teóricamente, cualquiera puede salir a la
pista a bailar, en realidad los que van a tener protagonismo en este baile son
esencialmente tres: Orange, Vodafone y MásMóvil.   

Telefónica, mirar y ayudar

Telefónica, necesariamente, tiene que contemplar el espectáculo desde la barrera
porque todos creen que ninguna operación de consolidación que involucrase a
Telefónica recibiría la luz verde de los guardianes de la competencia. Así que
se limita a esperar y ver, aplaudiendo entusiasta cualquier posibilidad de
consolidación, en el convencimiento -como han demostrado los mercados
recientemente- de que cualquier fusión en España va a impulsar la cotización en
Bolsa de la matriz, ya que uno de los factores que la mantienen baja es la
preocupación por el alto clima competitivo de su país de origen, que es, además,
la principal vaca lechera del grupo. Por eso, Telefónica ayudará en lo que
pueda. Primero, no estorbando con reclamaciones al regulador. Y en segundo
lugar, poniéndose a disposición de los fusionados con sus redes mayoristas para
ayudar si es necesario como parece que les consta ya a cualquiera de los tres
actores principales.   

Lo mismo se puede decir de Digi y Avatel, dos de los actores que más han crecido
en los últimos años y que están contribuyendo a crear este clima de
hipercompetencia. Todo el mundo sabe que el destino más lógico de Digi y Avatel
es acabar siendo vendidos y comprados, pero ninguno parece querer hacerlo a
corto plazo.  

Digi, el actor que probablemente más problemas está causando a los cuatro
grandes operadores, ya supone el 26% de los ingresos de su matriz rumana. Y,
además, acaba de vender a principios de enero, el negocio en Hungría por 625
millones de euros, para contar con más munición para financiar el fuerte
crecimiento que experimenta en España y, ojo, el que prevé en Portugal. Zoltán
Teszári, el fundador y accionista mayoritario del grupo Digi, parece no tener
demasiado interés en vender su negocio en España, sobre todo mientras siga
creciendo a gran velocidad, como lo está haciendo tanto en el negocio móvil como
en el fijo.  

En el caso de Avatel, sí se sabe que está iniciando un proceso para vender una
participación, pero todo parece indicar que será un paquete minoritario para
tener más recursos con los que poder consolidar aún más rápido el sector de las
telecos locales. Los dueños de Avatel creen que aún queda mucho trabajo por
hacer y muchos pequeños operadores que comprar -sus gestores hablan de 300
operadores interesantes de zonas rurales de los que, como mucho, han comprado
hasta ahora unos 130- antes de dar el pase definitivo a alguien más grande.  

Además, ni la compra de Digi ni la de Avatel provocarían grandes sinergias
industriales, aunque si ayudarían a frenar la fricción competitiva, ya que sobre
todo en el caso de Digi, su capacidad de agitar las aguas de la competencia no
es despreciable. 

En cualquier caso, los actores principales del baile serán con seguridad Orange,
Vodafone y MásMóvil. El problema es que solo se pueden fusionar de dos en dos.
Por tanto, la situación se asemeja al juego de las sillas, ese en el que se dan
vueltas al son de la música y los participantes se tienen que sentar rápido
cuando la música se para, aunque no hay sillas para todos y uno se tiene que
quedar de pie. En este juego de sillas de las telecos españolas, el que quede de
pie cuando la música se pare se va a encontrar en una situación desairada,
aunque no todos en la misma medida. 

Por eso es lógico que los tres actores no sólo estén pendientes de sus asuntos,
sino, también, de lo que hacen los otros dos, y evalúan sus posibilidades de
acuerdo e incluso modulan sus apetencias de pacto en función de lo que sospechan
de los otros, para no encontrarse con que la música ha parado y no hay pareja
con la que iniciar el baile.  

En este contexto es en el que hay que enmarcar los contactos entre Orange y
MásMóvil alrededor de la posibilidad de alcanzar un acuerdo para una integración
al 50%, información adelantada por EXPANSIÓN el pasado 8 de febrero.  

Orange: razones 

Entre los escépticos ante esta operación abunda de la idea de que una
integración entre Orange y MásMóvil parece impensable. ¿Cómo se van a unir al
50% el segundo con el cuarto cuando hay una importante diferencia de tamaño y de
redes? Este corriente de opinión señala que, para ello, los fondos que controlan
MásMóvil deberían pagar mucho a Orange. Y, además, que Orange no quiere el
dinero si eso supone perder el control de su segundo país más estratégico, ya
que es el segundo mercado tras Francia y equivale, casi, a todo el resto de
Europa o a todo lo que tiene en África.  

Pero quizá hay que tener en cuenta otro enfoque. Las cosas no sólo se pueden
mirar desde el punto de vista de lo que ganaría Orange con esta operación sino
con lo que podría perder si no hace nada. La táctica de quedarse sentado en el
castillo de arena viendo como sube la marea nunca acabó bien. Y una inacción de
Orange que allanase un acuerdo MásMóvil-Vodafone podría poner a la filial del
grupo galo en una situación comprometida.  

Una integración de MásMóvil y Vodafone, que juntos sumarían unos 7.000 millones
de ingresos, haría que Orange quedase como tercera del sector, aunque muy lejos
en ingresos (menos de 5.000 millones de ventas), y también alejada en clientes
(6,11 millones de líneas de banda ancha y 24,7 millones de móviles para
Vodafone-MásMóvil, frente a los 4 millones y 13,2 millones de Orange), por lo
que tendría menos recursos para invertir en redes. Es decir, ser la tercera del
sector, a distancia de la segunda y de la primera, en un mercado totalmente
estratégico para el grupo, no es plato de gusto para nadie.  

Además, Orange perdería a corto o medio plazo buena parte de sus ingresos
mayoristas, ya que MásMóvil es el principal cliente de sus redes, tanto fijas de
fibra como móviles. En realidad, Orange perdería antes o después todo el ingreso
por el uso de su red móvil (ya que MásMóvil con 6.000 torres, pasaría a usar la
red de Vodafone, con 20.000 y dejaría de usar las 18.000 torres de Orange),
aunque es probable que aumentase sus ingresos por el uso de la red fija de
fibra, ya que probablemente, la red de HFC de Ono se achatarraría o vendería y
los clientes de Vodafone que ahora usan el HFC de Ono se pasarían a la fibra.  

Pero el caso es que el crecimiento en clientes de MásMóvil en los últimos años,
junto con la caída de ingresos de Orange, ha hecho que los ingresos mayoristas
sean más importantes cada vez para la filial del grupo francés. En el tercer
trimestre las ventas mayoristas supusieron más del 19% de los ingresos totales
de Orange y, lógicamente, una parte más importante aún del ebitda. De hecho, el
operating cash flow de Orange en España en 2019 se situó en 834 millones, aunque
descontando la venta de las torres a Cellnex quedaría en unos 574 millones en
términos comparable, según los analistas. En 2020 ya bajó a 464 millones y las
estimaciones para 2021 (153 millones en el primer semestre) se sitúan entre 250
y 300 millones. Esa cifra aproximadamente es la que aportan a las arcas de
Orange los contratos mayoristas de MásMóvil. Eso da una idea de lo peligroso que
sería para el grupo galo la pérdida del contrato de MásMóvil.  

Todas estas razones justificarían de sobra que en la operadora gala se
contemplase con preocupación una potencial integración de sus rivales en
España. 

De hecho, esa preocupación no viene de ahora, puesto que hace unos meses, antes
de final de 2021, parece que ya se produjo un acercamiento entre Orange y
MásMóvil (más bien entre sus accionistas), aunque la propuesta de entonces
realizada por la parte francesa parecía consistir en una integración en la que
Orange controlaría alrededor del 70% del capital de la resultante, según las
valoraciones del grupo francés. Esa oferta fue rápidamente rechazada por los
accionistas de MásMóvil, que consideraban que, para eso, era mucho mejor una
oferta directa de compra de MásMóvil y sanseacabó.  

Pero el fuerte ruido corporativo que se ha generado sobre Vodafone, con las
recientes declaraciones de su CEO mundial, Nick Read, y de su CEO en España,
Colman Deegan, a favor de las fusiones con Vodafone como protagonista, debe
haber avivado la preocupación en París y ha provocado que se hayan reanudado los
contactos entre Orange y MásMóvil recientemente.  

Además, la propuesta inicial 70/30 y la oferta actualizada de 50/50 también
ponen de manifiesto otra cosa. Orange prefiere en España una operación con
papelitos en vez de con dinero. No es de extrañar, desde luego, teniendo en
cuenta el panorama competitivo y las incertidumbres del sector. Eso quiere decir
que no va a vender pero que también es poco probable que compre y se inclina más
por una integración en la que no haya que aportar efectivo.  

Además, la integración de Orange y MásMóvil generaría importantes sinergias en
sí misma, no sólo de plantilla, sino de red, puesto que MásMóvil podría dejar de
usar su red móvil, que ya llega a 6.000 torres (aunque una parte son torres de
Orange que radian las frecuencias de MásMóvil), para usar enteramente -en vez de
parcialmente, como hasta ahora- la de Orange. Cerrar y achatarrar la red de
Yoigo supondría un ahorro muy potente, aunque los contratos a largo plazo con
las torreras dificultarían que todas las sinergias se manifestaran
rápidamente.  

Pero, además, hay otro factor muy importante, que no parecen tener en cuenta los
que dan por imposible un acuerdo 50/50 entre MásMóvil y Orange. Y es que la
famosa pérdida de control de la filial española, al pasar a una solución de
co-control, sería sólo temporal. A diferencia de lo que podría ocurrir si se
tratase de una fusión entre grupos industriales, como ocurrió con Vodafone-Ziggo
en Holanda o con Virgin y Telefónica en Reino Unido, la unión en España sería
entre una operadora y tres fondos de capital riesgo, cuya presencia en la joint
venture, sería, por fuerza, interina, ya que en cualquier acuerdo de este tipo
con fondos está pactado ya la salida (el exit) de estos inversores
financieros.  

Ese co-control junto a los fondos se convertiría previsiblemente, pasados tres o
cuatro años, en una OPV (salida a Bolsa) en la que los fondos venderían la
mayoría de su participación y ahí, de nuevo, el control de la filial (una filial
más grande y en un mercado más saneado y previsiblemente con market repair, o
sea subida de precios) pasaría a estar en manos de Orange. 

Como mecanismo de salida de los fondos también podría asegurarse una opción de
compra por parte de Orange de su paquete, pero es una opción que no parece tener
demasiado sentido. Supondría que los franceses se comprometieran a comprar en el
futuro a los precios de mercado de entonces el 50% de una sociedad que,
lógicamente, debido a la fusión y por tanto a las sinergias y el market repair,
iba a valer mucho más dentro de tres años que ahora. Para eso, sería más lógico
que se la comprasen ahora mismo.  

MásMóvil: razones 

Desde el punto de vista de MásMóvil, el principal inconveniente es la deuda
financiera bruta de más de 6.500 millones de euros, que ha acumulado el cuarto
operador tras destinar más de 3.500 millones a la reciente adquisición de
Euskaltel.  

Esa es una diferencia fundamental respecto a principios de 2021, cuando los
accionistas de MásMóvil y Vodafone estuvieron a punto de llegar a un acuerdo.
Entonces, la oferta de los dueños de MásMóvil se quedó en 7.400 millones y la
exigencia de Vodafone en 7.700 millones. Pero esta diferencia era aún mayor en
realidad, puesto que Vodafone exigía que no se incluyera el precio de la subasta
de 700 MHz, que al final fueron 350 millones y algunas otras partidas, que
elevaban la diferencia real a casi 1.000 millones. Tampoco hubo posibilidades de
acuerdo vía una joint venture al 50% porque no hubo consenso ni con el
management ni con el modelo de salida de los fondos, algo que la vocación de
permanencia de Orange si facilitaria.  

En definitiva, ahora es más difícil para MásMóvil financiar una compra de
Vodafone, porque tiene más deuda. Eso supondría la necesidad de meter mucho
capital nuevo, mucho equity (al menos 2.000 millones de dinero nuevo dicen los
que saben) y no parece seguro que los tres fondos estén dispuestos a elevar
tanto su apuesta en España. Además, esa aportación de capital, en caso de
conseguirse, tendría un inconveniente ya que diluiría bastante a los accionistas
españoles que se mantienen en el capital y que controlan alrededor del 15%.  

Además, los tipos de interés van a subir, antes o después (los bancos ya están
revisando las condiciones de sus hipotecas subiendo las de tipo fijo) y eso
tampoco favorece la operación.  

Pero desde el punto de vista de compañía más endeudada, MásMóvil tendría más
fácil quizás, obtener éxito con Vodafone, dejando pasar algún tiempo. Quizá un
año, aunque es difícil que el mercado español aguante tanto tiempo sin que
ocurra nada. Pero dentro de un año, MásMóvil, previsiblemente, habrá reducido
deuda y habrá materializado muchas de las sinergias con Euskaltel (entre otras
las procedentes de su nuevo acuerdo mayorista con Orange, por el que el tráfico
de Euskaltel en las redes de Orange se paga ahora a precio de MásMóvil y no al
precio que lo pagaba antes Euskaltel). Además, es posible que, si el mercado
sigue la tendencia actual, la situación de Vodafone sea más complicada con lo
que la resistencia de Vodafone a vender a un precio bajo más sea menor. Entre
eso y la menor deuda de MásMóvil (para entonces ya habrá vendido la nueva red de
FTTH desplegada a partir de los activos de Euskaltel y se habrá quitado varios
cientos de millones de deuda de golpe), es posible que la operación sea más
factible, con menos necesidad de aportación de capital nuevo.    

Pero hay que tener en cuenta, también, que desde el punto de vista de MásMóvil,
el crecimiento acelerado del pasado se ha reducido y no parece que vaya a
volver, por lo que no es muy probable que pueda mantenerse inmovil. Tras la
compra de Euskaltel, un operador histórico con ingresos medios relativamente
altos -que lógicamente tiene que seguir perdiendo cuota de mercado en Euskadi,
Galicia y Asturias-, el crecimiento de ingresos en términos comparables del
último trimestre reportado, el tercero de 2021, se situó en sólo el 6%.  

Y en la portabilidad, Digi viene mordiendo. En 2021, por primera vez, el grupo
de capital rumano y oferta de ultra bajo coste, fue el líder, con un saldo
positivo (entre líneas perdidas y ganadas) de 360.000 en el año, frente a las
casi 200.000 altas netas de un año antes. Mientras, MásMóvil, el tradicional
ganador de la portabilidad desde 2017, logró 220.000 altas netas (más 122.000 de
Euskaltel) por lo que, en conjunto sumó 342.000. Pero las 220.000 de MásMóvil
fueron inferiores a las 284.000 logradas en en 2020.  

Vodafone: razones 

Vodafone es, de los tres protagonistas del baile, el que más ha sufrido en los
últimos ejercicios. Como muestra, un botón: los ingresos del ejercicio pasado
2020-2021 (que se cerró el 31 de marzo de 2021), alcanzaron los 4.166 millones
de euros y su ebitda los 968 millones. Estas cifras son magnitudes muy similares
a los 4.169 millones de ventas y 931 millones de ebitda del ejercicio 2013-14,
justo antes de la adquisición de Ono, un grupo que se compró por 7.200 millones
de euros entre capital y deuda asumida y aportó en 2013, su último año
independiente, unos 1.600 millones de ingresos y 686 millones de ebitda. Es
decir que, en 7 años, el mercado ha devorado prácticamente el impacto que aportó
Ono a las cuentas de Vodafone.  

Además, Vodafone heredó de Ono una red de cable HFC de unos 7 millones de
hogares, una tecnología que se está demostrando menos capaz de evolucionar que
la fibra FTTH y que conforme pasa el tiempo va a mostrar cada vez más
dificultades para emular las prestaciones del FTTH (y eso sin contar con su
consumo eléctrico, enormemente superior en el caso del HFC sobre el FTTH). El
hecho de no haber contado con los fondos ni el respaldo de la matriz para
transformar esa red de cable HFC y modernizarla a una de fibra pura FTTH ni de
continuar con los despliegues conjuntos de fibra con Orange -que ahora dispone
de una red de 15,9 millones de hogares pasados por fibra FTTH-, debilitaron la
situación competitiva de Vodafone en España.  Además, mientras que Orange España
es fundamental para el grupo galo, Vodafone España es la cuarta operadora
europea para el grupo, que se ha convertido en los últimos años fundamentalmente
en un grupo alemán, en mucha mayor medida que Telefónica es un grupo español. De
hecho, un reciente informe de Barclays asigna a la filial de Alemania el 42,5%
del valor de empresa (EV) total de la operadora de origen británico, mientras
que otorga a Reino Unido un 9,4%, a Italia un 7% y a España sólo un 5,7% (muy
por detrás también del 11,5% de Vodacom, el negocio africano y del 10,5% de
Vantage Towers, la filial de torres). 

De esa forma, entre los analistas del mercado se estima que la cúpula de
Vodafone ha tomado ya la decisión de actuar con rapidez en busca de que la
filial española -como las de Reino Unido, Italia y Portugal- provoque un
movimiento de consolidación. Ser el primero en mover ficha. Una consolidación en
busca de sinergias pero, sobre todo, con la intención de reducir
drásticamente la fricción competitiva, permitiendo un market repair (mejora o al
menos estabilización de precios y márgenes), en un mercado -uno de los más
ferozmente competitivos de Europa- que, de otra forma, se considera con unas
perspectivas muy negativas para el conjunto del sector. La propia Vodafone, en
su última presentación de resultados, ponía el acento en que el ARPU de las
líneas móviles de contrato (el ingreso medio mensual) se había desplomado un 16%
entre 2017 y 2021, al tiempo que el número de marcas que compiten en el mercado
español no había parado de incrementarse hasta alcanzar las 78 en todo el
territorio nacional. 

Además, el CEO de Vodafone, Nick Read, está presionado por los fondos activistas
que están entrando en su accionariado en busca de más rentabilidad y que le
instan a ser más agresivo en el proceso de consolidación en Europa. En las
últimas semanas se ha hecho pública la entrada en el capital de Cevian, el fondo
activista más grande de Europa y de otros grupos del mismo signo. El problema es
que los fondos piden más proactividad en las negociaciones, pero eso no
significa que vayan a estar de acuerdo con vender a cualquier precio, por lo que
Read debe medir muy bien sus pasos, puesto que una venta que el mercado
interprete como mala venta le podría costar el puesto al CEO.   

En cualquier caso, la situación es muy fluida porque la partida se juega en todo
el tablero europeo. Y en Italia, Vodafone ha recibido y rechazado una oferta de
más de 11.000 millones de euros en efectivo de la francesa Iliad (propiedad de
Xabier Niel) y Apax Partners. Pero parece poco probable que Vodafone se
desprendiera, a la vez, de mercados como el italiano y el español, por lo que
cualquier impacto en uno tendría consecuencias en otro. Es decir, si se vendiera
Italia, por ejemplo, las posibilidades de vender España se reducirían y
viceversa. Además, cualquiera de las ventas en alguno de los dos países daría al
grupo fondos nuevos para actuar en el otro con una actitud más agresiva.   

Pero de lo que no cabe duda es que las razones que se apuntaban para justificar
el interés de Orange en fusionarse con MásMóvil -es decir, las dificultades que
tendría si se quedase tercero a distancia del segundo- son las mismas en el caso
de Vodafone. Una fusión Orange-MásMóvil dejaría a Vodafone muy tocada, muy lejos
del segundo y, además, con una red fija incompleta y obsoleta. 

Vodafone-Orange, el tercer plan 

Aunque las razones para articular las parejas Vodafone-MásMóvil o la alternativa
Orange-MásMóvil están claras, también hay razones para una tercera posibilidad:
Orange-Vodafone. Esta es la operación más difícil desde el punto de vista de
defensa de la competencia, ya que ambas son más grandes que MásMóvil y su suma
daría un grupo con 9.000 millones de ingresos y una fuerte posición en el
negocio de Empresas y grandes cuentas procedente de Vodafone (que tiene un
negocio mucho mayor que Orange en este segmento y que supone un tercio de sus
ingresos). Además, sería el número uno indiscutible por clientes con 7,14
millones de líneas de banda ancha fija (por las 5,87 de Telefónica) y 26,7
millones de clientes móviles (frente a los 15,9 millones de Movistar).  

Pero hay diversos factores que parecen no haberse tenido en cuenta. El primero
es que desde el punto de vista empresarial y ante los mercados, es una operación
"honrosa" para las dos partes y que algo parecido ya se ha hecho en Reino Unido,
aunque en este caso fue con la integración al 50% de las filiales móviles de
Orange y Deutsche Telekom para crear EE, que posteriormente fue vendida a BT.
Para Vodafone no supone desaparecer del mercado, por lo menos inmediatamente, y
generaría grandes sinergias fundamentalmente por la integración de las redes
móviles en una sola y por el uso de la red fija de FTTH de Orange es vez de la
de cable HFC de Vodafone.  

Además, para Orange sería algo parecido al plan con MásMóvil: esperar y ver. Con
la vocación de permanencia del grupo galo, sería posible esperar unos años a que
se materializasen las sinergias para que Vodafone pudiese vender dignamente su
participación mediante una salida a Bolsa y aprovechase las plusvalías de un
mercado saneado en precios y una operadora mucho más eficiente y de mucha más
escala, prácticamente tan grande en ingresos como el líder Telefónica. Tras la
salida de Vodafone a medio plazo, OPV mediante, Orange volvería a tomar el
control único de la filial en su segundo mercado, ahora notablemente reforzada. 

Por último, hay otro factor diferencial en esta alternativa: los remedies y sus
receptores. Los remedies son las condiciones que impone el regulador a las
empresas fusionadas para asegurar un relevo entre los competidores al actor que
desaparece. Los remedies de la integración de Orange-Jazztel reforzaron a
MásMóvil con las consecuencias actuales de hipercompetencia que todos conocemos.
 

En el caso de una integración MásMóvil-Vodafone, los reguladores podrían exigir
a la resultante que vendiese barato a un nuevo candidato a 4º operador (o sea
Digi o Avatel) la red móvil de Yoigo (6.000 emplazamientos y frecuencias en las
bandas de 1.800 y 2.100 MHz) e incluso la red fija de cable de Vodafone (7
millones de hogares con tecnología HFC). Eso fortalecería mucho al grupo que lo
recibiera y podríamos estar en las mismas de ahora (un mercado hipercompetitivo
con cuatro grandes) dentro de dos o tres años.  

En el caso de Orange-MásMóvil, los remedies podrían incluir igualmente la red
móvil de Yoigo y posiblemente parte de las redes de cable HFC de Euskaltel, por
lo menos allí donde se solapen con las redes co-invertidas de FTTH de MásMóvil.
Pero los receptores de esos remedies seguirían siendo Digi o Avatel, porque el
regulador siempre busca un receptor de los remedies lo más creíble posible. Es
decir, las posibilidades de volver a encontrarse, al cabo de dos o tres años,
con un nuevo mercado con 4 grandes operadores sería alta en cualquiera de las
dos parejas: Vodafone-MásMóvil u Orange-MásMóvil.  

Ahora bien, en el caso de una integración Orange-Vodafone, el receptor más
creíble -para Bruselas- de esos remedies no serían ni Digi ni Avatel, sino
MásMóvil. ¿y en qué consistirían esos remedies? Bueno, podrían ser una parte de
las redes móviles de alguno de los dos, sobre todo allí donde no está presente
la red de MásMóvil. Pero lo que sería seguro es que MásMóvil pediría recibir
espectro en las bandas bajas, es decir, en 900, 800 y 700 MHz, donde no tiene ni
un megahercio y donde la compañía resultante tendría mucho espectro. Así, en la
banda de 900 MHz tendría 2x20 MHz frente a los 2x15 MHz de Telefónica, y en las
de 800 y 700 MHz, dispondría de 2x20 MHz en cada una frente a los 2x10 MHz de
Telefónica. Esas frecuencias mejorarían muchísimo la penetración de las redes de
MásMóvil en las ciudades elevando la parte de tráfico que se cursaría por sus
propias redes y reduciendo, por tanto, el coste de la factura mayorista que paga
a Orange.  

El gran problema para MásMóvil es que las bandas de 800 y 700 MHz tienen
obligaciones de cobertura de territorio asociadas vía BOE, lo que obligaría a
modificar el modelo de operadora asset-light actual. Aunque es posible que
pudiera salvarse el compromiso si la Administración admitiese, como ha admitido
hasta ahora, que MásMóvil cumpla con sus compromisos de cobertura y de número de
estaciones base desplegadas (compromisos procedentes de la licencia del año
2000) logrando que la red de radio de Orange radie las frecuencias propiedad de
MásMóvil.  

Pero, sobre todo, un pacto Orange-Vodafone tiene la gran ventaja para ambos que
no alimenta a un nuevo monstruo en forma de 4º operador. Fortalecería a
MásMóvil, si, desde luego -y muy poca gracia tiene que hacer eso tanto a Orange
como a Vodafone- pero, al menos, como mal menor, el sector seguiría conformado
por tres grandes operadores.  

Si no hay acuerdo corporativo, será de red 

O sea que, cualquiera de las tres parejas de baile (MásMóvil-Vodafone,
MásMóvil-Orange o Vodafone-Orange) son posibles, aunque todas tienen ventajas e
inconvenientes. Ahora bien, no es fácil llegar a acuerdos y el temor a los
reguladores y sus remedies sigue vivo entre las telecos europeas. Por eso, si no
se alcanza un acuerdo corporativo pronto, es muy probable que se produzca un
acuerdo de redes. En ese caso, la única pareja de baile verosímil es la de
Orange-Vodafone. Ambos ya comparten un gran porcentaje de su red móvil puesto
que el acuerdo jumping supone que ambas compartan una única red celular desde
las poblaciones de 175.000 habitantes para abajo. Eso supone unas 14.000 torres
compartidas. Y hay que tener en cuenta que Vodafone usa unos 20.000
emplazamientos y Orange unos 18.000, o sea que el grueso de su red móvil ya es
común. Quedaría lo más difícil: compartir las redes en las grandes ciudades, las
zonas más rentables y donde, además, cada uno tiene sus clientes estratégicos a
los que se ha comprometido a dar servicio con unos niveles de calidad y red
propia. 

Ganar tiempo

Pero una red común en España supondría ganar tiempo. Cuando los inversores
tienen puesto el foco en España y en los malos números que están haciendo las
filiales de Orange y Vodafone en nuestro país, el anuncio de una red común
supondría una esperanza de abrupta reducción de costes y otro paso más -además
de los EREs de 2021- en la dirección de adecuar la estructura de costes de las
dos filiales españolas a un mercado más exigente y con unos márgenes más
reducidos. Algo que seguro que los inversores verían con agrado. Y es el tipo de
acuerdo que implica unos problemas regulatorios mucho menores que una fusión
completa, aunque proporciona una gran parte de las sinergias que ofrece una
integración corporativa. El gran problema de competencia de ese tipo de
integración es que habría que hacerse a la idea de que en España sólo habría 2
redes de 5G: la de Movistar y la de Orange-Vodafone.   

 



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