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Tema por Anders Norén

enero 17, 2023


ESPECULACIÓN EN PETRÓLEO

Todos tenemos nuestros héroes; el héroe es aquel de quien admiramos la obra, y
envidiamos la vida. Por eso, aunque Newton y Arquímedes encabezarían mi lista de
gigantes intelectuales, mi lista de héroes personales la encabeza David Ricardo.

Y la encabeza no solo por su obra, que es monumental, ni por su vida, en la que
se mezclan gloriosamente el banquero y el economista, sino también porque fue
Ricardo, más que nadie, aquel a quien debemos la rehabilitación de esa figura
vilipendiada y perseguida por todas las fuerzas reaccionarias, y depositaria de
un inmenso potencial revolucionario: el especulador.

Una economía capitalista funciona más o menos como una
economía bien planificada; supongamos un planificador central que tiene que
regular el consumo y producción de trigo; el trigo se produce en una determinada
época del año, pero se consume en todas. En consecuencia es necesario
almacenarlo y aumentar o disminuir su stock en respuesta a las variaciones
estacionales e interanuales de la producción y el consumo. El planificador
central, toma en cuenta todos estos datos y regula las raciones que se permiten
al consumidor y a las fábricas, de forma que maximice el bienestar agregado.
“Todos estos datos” son todos los posibles usos alternativos del trigo, todas
las funciones de bienestar de los consumidores (no solo su demanda de pan, sino
también la demanda de cerveza Wiessbier, y la demanda de grano para el forraje
de los animales, que es a su vez es función de la demanda de carne, etc). En
definitiva, una tarea agotadora si eres Dios (y tienes la subjetividad humana
como dato), e imposible si eres cualquier otro.

En una economía capitalista, ese trabajo agotador e inviable lo hace el
especulador en trigo: el especulador acapara el bien cuando es barato, y trata
de liquidar el stock cuando es caro. Es decir, lleva el trigo desde el momento
del tiempo en que es relativamente abundante, al momento del tiempo en que es
relativamente escaso, y por tanto suaviza la escasez inter-temporal. Esto ocurre
de forma policéntrica: si el especulador se equivoca, es decir, si compra caro y
liquida barato, pierde dinero, y si pierde dinero sistemáticamente acaba
saliendo del mercado. El especulador solo gana dinero cuando mejora el bienestar
social, y no puede aguantar mucho perdiendo dinero.

Bien, esto es la ortodoxia económica desde hace 200 años, pero parece que hay
que repetirlo cada semana.

1.-La Pequeña Especulación

No obstante, el lector no debe dejarse llevar por el entusiasmo; a veces los
especuladores se equivocan y pierden dinero; y si, se salen del mercado, pero
demasiado tarde. Estas cosas pasan; pasan con los pisos, con el oro, y con las
acciones, pero no con el trigo, los tomates o el petróleo.

Llamamos burbujas financieras a los procesos en que los incrementos de precio en
un bien generan acumulación del mismo, y la acumulación genera nuevos
incrementos del precio, en un bucle de realimentación; antes o después la
acumulación adicional se vuelve imposible, el precio empieza a bajar y mucha
gente se pilla los dedos.

Para que esta clase de procesos puedan ocurrir y sostenerse hasta producir daños
significativos, el bien debe ser duradero, de forma que su valor presente
dependa principalmente de las expectativas sobre su valor futuro. En particular,
ayuda mucho que el bien no sea consumible (como el oro) o que su consumo exija
largos intervalos de tiempo (como la vivienda), o que se trate de flujos de
rentas a un horizonte indefinido (como las acciones).

Un criterio para que un bien sea candidato a generar una larga burbuja
especulativa es simplemente que el stock del bien sobre su producción corriente
sea muy alto. El oro, las acciones o la vivienda cumplen esta condición.

En el caso del petróleo, los inventarios del bien (en países de la OCDE), según
el Departamento de Energía de los Estados Unidos representan cerca de cincuenta
días de producción, y ni siquiera han aumentado en los últimos meses.

Si el lector sospecha del mercado de futuros le invito simplemente a sumar y
restar conmigo. Los contratos de futuro generan dos posiciones: una de las
partes se obliga a proveer un barril en un instante del futuro, pero la otra
aumenta su disponibilidad futura de petróleo en un barril (el que le ofrece el
tomador en ese instante). Estas posiciones en el mercado de futuros son
neutrales: aumentan tanto la oferta y como la demanda de petróleo en un barril.
El mercado de futuros no afecta, claro está ni al consumo ni a la producción. Es
verdad que las posiciones en futuros, aún siendo neutrales podrían implicar un
cambio en los inventarios de los agentes, pero ya hemos visto que estos
inventarios no han aumentado sustancialmente en los últimos meses.

En definitiva,

Oferta = Producción + Reducción de inventarios pasados

Demanda = Consumo + Aumento de inventarios pasados

El precio es regulado por la oferta y la demanda; y la oferta y la demanda
dependen solo del consumo y la producción y de las variaciones netas de los
inventarios. Por tanto, dado que los inventarios no están aumentando
sostenidamente, la actual situación de altos precios en el mercado del petróleo
no está asociada a la “especulación”. Está asociada a un fuerte aumento del
consumo, resultado de un proceso real (el aumento de la renta mundial en los
últimos cinco-diez años) y de otro monetario (muchos dólares en circulación); y
a una producción que contra las profecías de los peak oilers (ver gráfico
siguiente), no está en retirada, pero contra las de los economistas
cornucopianos demuestra una limitada elasticidad de corto plazo al precio.

Las operaciones en futuros y la acumulación de inventarios determinan los
precios del petróleo a corto plazo; si uno mira una serie de precios del barril
de petróleo, las decisiones de refinerías, bancos y fondos de inversión en
commodities determinan los movimientos de alta frecuencia (los saltos del paseo
aleatorio; las tendencias en un horizonte de semanas). Pero estas operaciones
especulativas solo pueden influir los movimientos del barril en un horizonte
temporal parecido al de los inventarios totales (es decir, a cuarenta o
cincuenta días vista). En la descomposición de Fourier de la serie temporal del
precio del barril, las operaciones de especulación en petróleo determinan lo que
ocurre en las frecuencias de días, mientras las frecuencias más largas,
asociadas a ciclos de meses o años, o la tendencia de largo plazo dependen de
las decisiones de instalación de capital (tanto en la industria del petróleo,
como en las industrias que lo demandan o en el capital que usan los particulares
y consume petróleo), y del agotamiento físico del recurso.

En la medida en que el propio mercado de futuros permite a los agentes cubrirse
contra los movimientos de alta frecuencia en el precio del barril spot, las
decisiones de compra, venta y almacenamiento de petróleo, y las tomas de
posiciones en el mercado de futuros son lo que yo llamo la “pequeña
especulación”; las consecuencias de todas estas actividades son irrelevantes a
mas de tres meses vista, y es posible cubrirse contra ellas en horizontes más
cortos.

2.- La Gran Especulación

A medio y largo plazo el precio depende del consumo y la producción del bien. A
medio plazo (es decir, pongamos entre tres meses y 2 años), esto implica:

Las decisiones (principalmente de Arabia Saudi, aunque también de Rusia) de
utilizar o no su sobrecapacidad, las decisiones cartelizadas de la OPEC, y los
accidentes físicos o sobre todo geopolíticos que afectan la capacidad
productiva.

La demanda destruida por el aumento del precio: principalmente, una reducción en
el consumo de los agentes con menos capacidad adquisitiva, o de las actividades
económicas más marginales (menos rentables o más intensivas en energía).

A más de dos años vista, empieza a funcionar el efecto de la acumulación y
depreciación del capital. Los precios altos del petróleo inducen en primer lugar
efectos sobre la propia industria del petróleo; más exploración, y más
explotación: tanto en yacimientos nuevos, como de yacimientos conocidos y
considerados sub-marginales a precios más bajos: por ejemplo, en los últimos
meses hemos tenido varias noticias en esta dirección: se esta poniendo en marcha
la explotación de yacimientos de aguas profundas, de arenas asfálticas y de un
nuevo gran yacimiento en la península arábiga.

En segundo lugar, la industria del refino se ajusta a las nuevas circunstancias:
en los años 70 las refinerías eran específicas para cada clase de petróleo, pero
los fuertes diferenciales de precio entre diversos tipos de petróleo indujeron a
las refinerías a una mayor flexibilidad: del mismo modo, actualmente existe una
abundancia de fuel que probablemente inducirá a las refinerías a invertir para
utilizar más eficientemente petróleo más pesado.

En tercer lugar está la sustitución del petróleo en el sector industrial:
primero, los precios altos del petróleo inducen a un consumo de otras formas de
energía más relativamente baratas. Esta sustitución no se produce de un día para
otro: pero cada vez que es necesario reemplazar capital, se elige el capital que
utiliza la forma de energía más barata. Por ejemplo, los países con una factura
eléctrica mas barata tienden a estar más electrificados; estos suelen ser
precisamente los países que producen su electricidad con carbón o centrales
nucleares.

Por otra parte, un alto precio del petróleo no solo induce a la economía a
utilizar otras formas de energía, sino también a utilizar menos energía por
unidad de PIB; por ejemplo, mediante una liberalización del sector del
ferrocarril que permita una mayor utilización del tren de mercancías en
sustitución de los camiones. También mediante la renovación del parque movil,
con automóviles mas eficientes, con híbridos, o con vehículos de Gas Natural.

Como ya dijimos hace más de dos años, la escasez de energía no va a acabar con
la globalización, pero es el gran cuello de botella de cómo mínimo la próxima
década.

Un cuello de botella estrecho para el crecimiento, es (dualmente) una gran
oportunidad de negocio. Ahora bien, la oportunidad de negocio no es comprar
barriles de petróleo, ni reales, ni virtuales. Comprar y vender barriles de
petróleo, cuando no eres un consumidor, es básicamente un juego de suma cero, y
solo merece la pena jugar cuando eres mucho mejor que la media; el lector no es
mucho mejor que la media de los traders que se dedican 12 horas al día a ese
mercado, así que no debería jugar con futuros, opciones ni fondos en
commodities.

El verdadero negocio es elegir una cesta de empresas bien posicionadas ante la
realidad de la escasez en el factor tierra. Por ejemplo, debería ponerse largo
en Westinghouse y Sassol (es decir, en la economía del uranio-carbón); en
empresas ferroviarias (si queda alguna privada), minas de carbón, o claro está,
en petroleras, o empresas gasísticas. En definitiva, el inversor no debe comprar
productos energéticos, sino yacimientos y capital extractivo (combinados en
empresas). Eso es una forma de inversión que no es de suma cero, sino de suma
muy positiva, y es de esperar que incluso el inversor no profesional gane un
buen rendimiento.

Del mismo que la especulación tiende a igualar el precio de los productos a lo
largo del tiempo (mejorando el bienestar social), los altos beneficios de las
empresas petroleras, y de otras empresas bien posicionadas ante los altos costes
de la energía les permiten invertir y les dan una posición financiera en la que
el acceso al crédito les resulta fácil. En definitiva, estas empresas atraen
recursos, y así, en un régimen de mercado, la gran especulación tiende a superar
los cuellos de botella del crecimiento. El inversor paciente, que pretende
ampliar su patrimonio a un ritmo seguro, y tiene un horizonte temporal largo, no
debe considerar movimientos de corto plazo en precios altamente volátiles, sino
que debe identificar tendencias económicas de largo plazo, y apostar en los
mercados por ellas.

enero 15, 2023


LAS VENTAJAS DE LA UNIÓN

Si por algo se caracterizó la historia de Europa desde la caída del Imperio
Romano fue por las numerosas y sangrientas guerras que se han luchado entre los
estados europeos. Las luchas entre los señores de la guerra de la Alta Edad
Media fueron tan numerosas que escapan al recuento de los historiadores. La
Guerra de los Cien Años devastó el continente de 1337 a 1453. En Inglaterra, de
1455 a 1485 la Guerra de las Dos Rosas asoló el país. Las Guerras Italianas, las
guerras de religión, y la Guerra de los Treinta años marcaron los Siglos XVI y
XVII. El XVIII padeció las Guerras del Norte (1700-1721), la Guerra de los Siete
Años (1756-1763), la Revolución Francesa y las guerras que trajo consigo
(1792-1802). El XIX se vio marcado por las Guerras Napoleónicas (1805-1815), y
en su segunda mitad por la Guerra de los Ducados, la Guerra Austro-Prusiana y la
Guerra Franco Prusiana. El Siglo XX vivió dos sangrientas guerras mundiales que
prácticamente destruyeron el continente y dejaron en total 80 millones de
muertos. Y en esta lista sólo hemos mencionado las más terribles y conocidas,
dejando de lado los conflictos y batallas menores que se sucedieron en Europa en
todos estos siglos, y que sería imposible listar en su totalidad.

Vemos por tanto que a lo largo de la Historia, la paz ha sido para Europa no una
norma sino una excepción. Sin embargo, las actuales generaciones europeas
desconocen lo que es vivir una guerra: desde 1945 no ha habido ningún conflicto
bélico entre las grandes potencias de Europa, y en realidad, con la excepción de
Yugoslavia, no ha habido ninguna guerra entre países europeos. Esta anomalía
histórica que es la paz en Europa debe atribuirse sin duda al proceso de
formación de la Unión Europea que arrancó después de la II Guerra Mundial. Así
como la Organización de las Naciones Unidas, por su debilidad e insuficiencia,
ha sido incapaz de mantener la paz mundial en este tiempo, la Unión Europea, con
las diversas denominaciones que ido teniendo, tiene su principal éxito en el
mantenimiento de la paz en el viejo continente. Una paz que no ha venido
impuesta por la fuerza de un poder arbitral, sino que es consecuencia del
reforzamiento de las relaciones de interdependencia entre las naciones de
Europa, haciendo que la paz sea beneficiosa tanto para todos individualmente
como para el conjunto. Medio siglo de paz en Europa es un hecho que conviene
remarcar. Sólo por este motivo la Unión demuestra ser beneficiosa para los
ciudadanos.

Pero hay otros motivos: hablaremos ahora de la prosperidad económica que ha
traído la Unión a Europa. El área de libre comercio europea ha supuesto que
cientos de empresas de todo tipo y condición puedan ejercer su actividad en
cualquier parte de la Unión, desde un gran banco que abre sedes en Francia,
Alemania y Reino Unido, o una pequeña zapatería que compra sus productos en
Italia para venderlos en España sin necesidad de pagar aranceles. La libre
circulación de personas permite a los ciudadanos de Europa trasladarse a otro
Estado sin aduanas ni papeleos, con lo que un abogado o un economista, por
ejemplo, pueden ejercer su actividad en cualquier país de la Unión sin necesidad
de obtener un permiso de residencia, un contrato de trabajo, etc. El resultado:
mejores oportunidades para los ciudadanos europeos y mayor competitividad para
la economía de la Unión.

El Euro, nuestra moneda única, no sólo ha evitado las engorrosas trabas del
ciudadano de a pie a la hora de realizar viajes turísticos por Europa, sino que
además ha hecho desparecer los costes asociados al cambio de divisas,
estabilizando y simplificando el comercio interior europeo. Para las grandes
empresas esto supone una considerable ventaja. Para las pequeñas y medianas
empresas puede significar la diferencia entre beneficios y pérdidas.

La política económica de la Unión Europea, fundamentalmente los fondos de
cohesión y el pacto de estabilidad, ha ayudado a países más pobres como España,
Portugal o Grecia a equiparar sus rentas a la de las grandes potencias
económicas europeas. Sin embargo, este proceso de armonización no se ha
producido mediante una “redistribución” drástica de las rentas de los países
ricos hacia los países pobres en un juego de suma cero. Todo lo contrario, con
la convergencia económica todos han ganado: los países pobres han recibido no
sólo los fondos de cohesión sino las inversiones de los otros países que han
ayudado a desarrollar su economía; los países ricos han encontrado mercados
donde vender sus productos con facilidad e instalar sus empresas en condiciones
mucho más favorables que en sus propios territorios.

Tampoco debemos olvidar los beneficios sociales y culturales traídos por la
apertura de fronteras. Los nacionalistas se oponen a los procesos de integración
como el europeo porque temen que se pierda la “esencia” o la “pureza” de los
caracteres étnicos y culturales de los distintos grupos históricos. A esta
visión cerrada y restrictiva se opone un hecho cierto: que las culturas que se
estancan están condenadas a la desaparición, y que el desarrollo de las mismas
se potencia cuando éstas entran contacto con otras distintas, tomando de las
últimas los elementos que crean convenientes o beneficiosas, igual que los
idiomas se enriquecen mediante el préstamo y la posterior adaptación de palabras
extranjeras.

Las diferencias culturales entre los países europeos son de poca importancia,
puesto que todos provenimos de la misma tradición histórica que hemos dado en
llamar “Occidente”. Sin embargo, incluso entidades culturales tan parecidas
entre sí pueden aprender las unas de las otras para beneficio de todos. Por
fortuna los británicos, españoles, italianos, alemanes, etc., somos cada vez más
europeos, con todo lo que ello significa en términos de prosperidad y riqueza
cultural.

Las entidades políticas justifican su existencia cuando son útiles a los
ciudadanos y proporcionan un marco adecuado para que éstos desarrollen sus
vidas. La Unión Europea ha traído beneficios políticos, económicos y culturales
a sus ciudadanos que hacen que merezca la pena no sólo conservarla sino avanzar
aún más en la creación de una Europa Federal, que incorpore las ventajas y
reduzca los defectos del actual modelo.

enero 13, 2023


EL ARTE DE LA GUERRA SE BASA EN EL ENGAÑO

La frase que da título a este artículo es una de las más famosas máximas que nos
legó Sun Tzu y que están recogidas en las enseñanzas de la que es considerada
una obra fundamental en la estrategia, y que es, convenientemente, conocida bajo
el nombre de El Arte de la Guerra, y que es la colección de ensayos sobre el
tema (la estrategia) más antiguo que se conoce. Pues considero que sería un
agravio empezar un blog sobre los rincones de lo bélico y no empezar recordando
ésta gran obra que con el paso del tiempo ha ido extendiéndose más allá de lo
estrictamente militar hasta convertirse en una obra de referencia en el campo
mercantil, empresarial e incluso personal. Con este precedente no es de extrañar
que a las naciones de Extremo Oriente se les conozca en ciertos círculos
como culturas de estrategia.

La obra de Sun Tzu nos llegó por primera vez a Europa en el periodo
inmediatamente anterior a la Revolución Francesa, en el ocaso del Antiguo
Régimen francés, en forma de una compacta traducción realizada por el sacerdote
jesuita J.J. M. Amiot. En las diversas traducciones que se han hecho desde
entonces, se nombra ocasionalmente al autor como Sun-Wu o Sun Tzi, aunque Sun
Tzu es el que ha pasado como universalmente conocido y aceptado. Pero antes de
bucear en su obra, ¿quién fue Sun Tzu? ¿Qué conocemos de él?

Según las referencia, Sun Tzu, procedía de la región de Ch’i, aunque su vida se
la sitúa posteriormente en Wu (y por eso algunos le llaman Sun Tzi, malformación
de Ch’i, o Sun Wu), gracias a su libro sobre el arte de la guerra (referenciado
no como El Arte de la Guerra, sino como “Los Trece Capítulos” por la
bibliografía histórica) donde cuenta la historia y en parte el mito, que obtuvo
una audiencia con Ho Lu, Rey de Wu.

Una de las fuentes sobre la vida de Sun Tzu es la biografía escrita en el siglo
II por el historiador Sima Q’ian, quien le describió como un general que vivió
en el estado de Wu en el siglo VI adC. Sin embargo, la biografía no es
consistente con otras fuentes del período y la forma y contenido del libro
indican que posiblemente fuese escrito entre 400 adC y 320 adC, lo que no nos
permite una fiabilidad sólida.

Su obra, a la que por comodidad denominaremos El Arte de la Guerra, es también
controvertida respecto a su datación. En su Shih Chi, Su-Ma-Ch’ien recoge la
biografía de Sun Tzu y sitúa el momento en que se escribieron los llamados los
“Trece Capítulos”, aproximadamente hacia el año 500 antes de nuestra era. Ya en
el Siglo XI, Yeh Cheng Tsé ponía en duda la veracidad de la propia biografía de
Sun Tzu y afirmaba que “El Arte de la Guerra” no era sino “una invención de
sofistas tramposos” de la época de los Reinos Combatientes (481-221 a. J.C.).

En apoyo de su tesis menciona el hecho de que Tso Ch’iu Ming, en sus Anales
de la Primavera y el Otoño, que comprende la época que va desde 771 al 481 a.
J.C., no hace alusión alguna a Sun Tzu como General del Estado de Wu bajo el
reinado de Ho Lu, tal y como pretende Su-Ma-Ch’ien.

Mei Yao Ch’en (1002-1060 d. J.C.) uno de los comentaristas de Los trece
capítulos, afirma rotundamente que estos son “una recopilación de teorías de la
época de los Reinos Combatientes, durante la cual todo el mundo se esforzaba en
demostrar más ingenio que el vecino”.

Específicamente sobre El Arte de la Guerra, reafirmando su autoría y la vida
misma de Sun Tzu, es que en el texto no se menciona a las tropas de caballería.
Esta fue incorporada al ejército hasta el año 320 a. J.C.. Es lógico pensar que,
de haberla conocido, la habría tratado con el mismo detalle que dedica al resto
de los componentes del ejército. Por consiguiente, los “Trece capítulos” fueron
escritos antes del 320 a. J.C., fecha en la que Wu Ling, rey de Chao, introdujo
las escuadras de caballería en el ejército. Se piensa que dio lugar a la
Dinastía Sun, de los que saldrían miembros como Sun Quan (Emperador de Wu) o Sun
Jian (Padre de Sun Quan y héroe de guerra).

Sin embargo, a pesar de que no podemos tener una completa fiabilidad sobre la
vida, o incluso la existencia de Sun Tzu, yo prefiero pensar que realmente
existió, y que nos legó esta obra recomendable para todos. Y a esa nos
referiremos ahora, puesto, ¿qué es El Arte de la Guerra?

La obra muestra la inteligencia y la frescura de los ensayos de Sun Tzu para las
empresas militares, en campaña, batalla, antes y después de un conflicto armado.
Hay fuentes que consideran que la unión de los Trece Capítulos de la obra fueron
compilados en el mismo tomo por un supuesto descendiente de Sun Tzu llamado Sun
Pin; sea eso cierto o no, los Trece Capítulos que se atribuyen habitualmente
a El Arte de la Guerra se compilan, casi siempre, de la siguiente forma:

Capítulo 1: Evaluaciones estratégicas

Capítulo 2: El combate

Capítulo 3: Plan para el asedio

Capítulo 4: La formación

Capítulo 5: La fuerza

Capítulo 6: Vacuidad y plenitud

Capítulo 7: Lucha armada

Capítulo 8: Adaptaciones

Capítulo 9: En maniobras con el ejército

Capítulo 10: El terreno

Capítulo 11: Nueve terrenos

Capítulo 12: Ataque de fuego

Capítulo 13: Sobre el uso de espías

Los trece artículos sobre el arte de la guerra constituyen el más antiguo de los
tratados conocidos sobre esta materia, pero según muchos teóricos nunca ha sido
superado en amplitud y profundidad de conceptos. Puede muy bien considerarse la
esencia concentrada de la sabiduría en lo referente a la conducción de la
guerra. Buscando entre los teóricos militares del pasado, sólo podría hallarse
en Clausewitz al único capaz, en cierto modo, de compararse a Sun Tzu, y por
tanto, será conveniente en alguna ocasión hablar también del alemán.

En ella Sun Tzu explica al detalle los preparativos previos a la guerra:
estrategias de engaño, disposición de las tropas en el campo de batalla,
armamento necesario, carros de combate, etc. Se nota el vacío que la caballería,
que aún no era usada en la época de la creación de la obra, deja en sus
tácticas, y sin embargo sus máximas han sido válidas para todas las guerras que
la Historia ha engendrado.

Uno de los puntos fundamentales de la obra de Sun Tzu nos explica cómo poder
llegar a vencer al enemigo sin tener que desempeñarse al enfrentamiento cara a
cara: simplemente imponiendo una moral dominante, infundiendo el miedo al
enemigo para así poder vencer sin llegar a la batalla, tácticas que los hunos de
Atila, y siglos más tarde, Gengis Khan y sus sucesores emplearon con gran
efectividad.

Todas estas reflexiones tuvieron, y tienen, una gran influencia en nuestra vida
cotidiana.

Las ideas de Sun Tzu se extendieron por el resto de Asia hasta llegar a Japón y
a la India, aunque fue en el país japonés donde tuvo mayor influencia su obra
fuera de China, ya que los japoneses adoptaron rápidamente estas enseñanzas y,
posiblemente, añadieron algunas de su propia cosecha. Uno de los más famosos
libros japoneses enmarcados dentro de las enseñanzas militares, El libro de los
Cinco Anillos, está influido por la filosofía de Sun Tzu, ya que su autor,
Miyamoto Mushashi, estudió el tratado de el Arte de la Guerra durante su
formación como Samurai, aunque de la figura de Musáis trataremos en otra
ocasión.

Hoy en día, como antes habíamos comentado, la filosofía del arte de la guerra ha
ido más allá de los límites estrictamente militares, aplicándose, especialmente
en los Dragones Asiáticos, China y Japón, a los negocios, los deportes, la
diplomacia e incluso el comportamiento personal. Incluso fuera de Oriente, hoy
en día, no sólo la obra de Sun Tzu se sigue estudiando en Escuelas de Oficiales
de los ejércitos del mundo, sino que muchas frases clave de los manuales
modernos de gestión de empresas, son citas casi literales de la obra de Sun Tzu
cambiando, por ejemplo, “ejército” por “empresa”, o “armamento” por “recursos”,
por citar tan sólo dos ejemplos.

Proféticas palabras las de Sun Tzu, cuando escribía: “en esencia, el Arte de la
Guerra es el Arte de la Vida.”